En el Centro Empresarial Real de San Isidro se ubica Shi Nuá, un restaurante que intenta llevar la comida china a otro nivel. Tarea compleja, visto que hay propuestas bien establecidas hace años en este rubro, además que el público peruano está muy acostumbrado a la comida cantonesa y presentar una carta con insumos premium, es una apuesta osada.
Es difícil no sorprenderse cuando uno entra al salón principal de Shi Nuá. El colorido árbol domina un ambiente amplio, donde encuentras detalles muy elegantes. Cuando uno se sienta en la mesa, la servilleta de tela, el plato con el logo y la carta bien diseñada, demuestra que aquí se han preocupado hasta por el último detalle. Punto aparte para la atención, pues el mozo se presenta cortésmente, animándose a hacer diversas recomendaciones y demostrando así su buen conocimiento de los platos de carta.
Empieza la aventura con unas hojuelas de taro (papa china) para «dippear» en tres tipos de salsas, una de ellas con un delicioso toque picante. Detalle no muy usual en los chifas, pero que en un restaurante de esta categoría es una agradable sorpresa.
Los wantanes no decepcionan. Crujientes y de generoso relleno para bañar en una salsa tamarindo de sabores naturales. Las conchitas Shi Nuá llegan en impecable presentación, donde el tobiko aporta una interesante textura. Las Shanghai Hot Wings ameritan una revisión pues su punto de cocción no es el adecuado y el picante señalado en la carta es casi imperceptible.
Vamos por los fondos, y nada mejor que un par de clásicos. El chaufa de pato Peñin trufado es una reinvención novedosa del clásico arroz salteado. La cocción del pato es prolija, aunque el sabor a trufa termina siendo agobiante y los perseguirá durante el resto de la comida. El tallarín Lo Mein de pollo llega en una porción bastante generosa. Los fideos embebidos en los sabores del saltado me dejan buena impresión, aunque me hubiera gustado venir con amigos para poder ordenar otras opciones.
La carta de postres promete, pero esta vez mi pedido fue un tanto ambicioso y no hubo espacio para algo dulce. Felizmente, con la cuenta llega una de esas amenas galletas de la suerte. El toque preciso para cambiar el sabor de boca y divertirse con los mensajes que traen. «Haz el bien sin mirar a quien» dice la mía, lo que intuyo es una indirecta a dejar una buena propina. Shi Nuá cumple con mis expectativas, aunque me retiro con la espina clavada de no haber podido ordenar las especialidades de la casa. En los chifas hay tanto por escoger, pero ante porciones tan generosas, la aventura justifica convocar a varios comensales. El reto está planteado.