Sapiens, un steakhouse donde el plato principal es la innovación.

 

Después de enterarme de la buena experiencia que tuvo un familiar en este nuevo restaurante, sabía que no podía dejar pasar mucho tiempo sin visitarlo.

No tienen ni dos meses de haber abierto sus puertas y ya vienen generando buenos comentarios en Lima. 

Me acerqué hasta la avenida Pardo y Aliaga en San Isidro para descubrir la propuesta de Sapiens, la nueva apuesta de Jaime Pesaque. Se trata de un restaurante distinto que no busca parecerse a ninguno.

Al entrar, algunas cosas llamaron rápidamente mi atención: la cava de charcutería junto al bar, la visibilidad de las parrillas, un herbario y unas cúpulas que envuelven las mesas. Una vez sentados, se acercó un mozo hasta nuestra mesa y empezó a explicarnos con una amabilidad desbordante el concepto del restaurante, donde las palabras “primitivo”, “fuego” y “pasado” fueron las protagonistas para describir lo que este lugar busca transmitir al comensal.

En Sapiens hay detalles muy bien pensados. Por ejemplo, las cúpulas donde están las mesas son iluminadas para dar la sensación de estar dentro de una caverna, justamente, la idea principal del chef.

Luego de escuchar y pasear un poco por el restaurante, decidimos tomar algo para ir viendo la carta. Un negroni y el agua de la casa (una mezcla de agua de piña previamente asada, salvia y lima). Nos empezaron a sorprender sin siquiera haber empezado.

Arrancamos con el Pan a la Brasa con batido de berenjena; simple, pero una de las mejores formas de iniciar. El pan llegó caliente, tiene parmesano, sal gruesa y ha sido claramente dorado en una de las parrillas, acompañado por una cremosa berenjena asada que no te hará desear mantequilla. Nos trajeron también unos encurtidos de la casa (si te gusta el picante pide el encurtido de jalapeño). 

Pedimos dos entradas para compartir, pensando que iban a ser chicas, nos equivocamos. Provoleta a la Brasa, con escabeche de portobello y tomates cherry; Coliflor Rostizada, con vinagreta de hierbas y queso de cabra.

La provoleta viene con tostadas para aprovechar hasta el último pedazo de los hongos porcón que traen desde Cajamarca, la arugula fresca y los tomatitos pelados previamente asados en la parrilla también. 

La coliflor nos sorprendió  gratamente desde su llegada. Cubierta con aceite de cerdo y puesta a la brasa para lograr que el exterior esté dorado, rellena de queso de cabra y encima una vinagreta verde con la acidez perfecta para completar el plato. Hacer que un vegetal sea tan sabroso no es fácil y este plato podría ser la razón por la que volvería a este restaurante, así de rico. 

Para terminar con broche de oro elegimos uno de los tres arroces a la leña que tienen, el mixto. Es una paellera para servir con espátula, arroz ahumado en su punto (con concolón en el fondo), mariscos, vegetales, panceta para chuparse los dedos, entraña y romesco asado; full sabor a parrilla. El menú dice que es para 2, pero comen tranquilamente hasta 3 personas. Nos trajeron un rocoto parrillero espectacular para acompañar el arrocito.

La experiencia es más que recomendable, nos fuimos gratamente sorprendidos y con ganas de pedir muchos platos más. Es un restaurante que definitivamente te invita a regresar.

Calificación

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Ubicación
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Calidad del servicio
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Presentación del plato
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Calidad de la comida
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Relación precio/calidad
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Protocolo de bioseguridad
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Ambiente del lugar
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Estacionamiento
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Recomendación

Hacer reserva para la cena en una de las “cavernas” y pedir el “tour” por el restaurante para conocerlo bien.
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