Después de buscar varias recomendaciones sobre restaurantes de comida marina, me encontré con Don Fernando. Una casa en Jesus María que ha sido adaptada para convertirse en restaurante, razón por la cual tiene ese ambiente familiar de huarique, cálido y amplio con un servicio muy amable. No es raro ver a uno de los dueños acercándose a la mesa preguntando el parecer de los clientes.
La carta es amplia, y hay que aceptar que una sola visita no bastará para evaluar todo lo que ofrece este bastión de la comida norteña. Podría dedicar una reseña solo a las entradas frías y calientes.
¿Pejerreyes enteros fritos? El placer está asegurado con esa fritura prolija y la tártara de la casa. ¿Muchame mixto? La simplicidad hecha receta, nunca fue tan delicioso armar una «tapa». ¿Cebiche? Pidan un triple, que contiene pesca del día, conchas negras y erizos. He probado más de veinte variedades de cebiche en Don Fernando y nunca me han decepcionado. Si quieren una experiencia distinta, las almejas vivas al limón les darán una buena sorpresa.
Los fondos son otro cantar. Clásicos de la comida norteña y criolla en generosas porciones. Un sublime arroz con pato, que invita a prescindir del tenedor, en favor de la cuchara. El arroz con chancho, que recuerda a esos pantagruélicos almuerzos dominicales. Los mariscos al pil-pil, salteados en aceite de oliva, ajo y ají panca, acompañados de pan para remojar en el aceite de oliva sobrante. La última línea se la dedico al pescado en trozos con frejoles y arroz, simplicidad que me devuelve a las mejores épocas de infancia.
La norma dicta que siempre hay espacio para el postre y en Don Fernando no se van por las ramas. Los higos con manjar artesanal, los picarones con miel y los clásicos postres de cuchara, son el broche de oro para una gloriosa experiencia gastronómica. A los lugares buenos hay que extrañarlos y Don Fernando es uno de ellos.